Yo seré a ellos por Dios. Enero 09

La Biblia, devocionales.

… yo seré a ellos por Dios…

Jeremías 31:33  

¡Cristiano!, aquí tienes todo lo que puedes requerir. Para ser feliz, quieres algo que te satisfaga; ¿y no es esto suficiente? Si puedes derramar esta promesa en tu vaso, ¿acaso no dirás con David: «mi copa está rebosando, tengo más de lo que el corazón puede desear»? Cuando esto se cumple —yo seré a ellos por Dios—, ¿no posees todas las cosas? El deseo es insaciable como la muerte, pero aquel que lo llena todo en todos puede cumplirlo. ¿Quién puede medir la capacidad de nuestros deseos? Pero la riqueza inconmensurable de Dios puede hacer que desborde sin medida. Entonces, te pregunto: ¿No tienes suficiente cuando Dios es tuyo? ¿Quieres alguna otra cosa aparte de Él? ¿El Señor no es suficiente para satisfacerte si todo lo demás falla?

Pero tú deseas algo más que una tranquila satisfacción; quieres un placer arrebatador. Ven, alma, aquí está para ti toda la música celestial, porque Dios es el Hacedor del cielo. Ni toda la música que brota de instrumentos de viento o que surge de cuerdas vibrantes puede producir una melodía tan dulce como esta promesa: «yo seré a ellos por Dios». He aquí un mar profundo de bendición, un océano ilimitado de placer. Ven, baña tu espíritu en él. Nada sin parar y no encontrarás la orilla. Sumérgete por toda la eternidad y no alcanzarás el fondo. «Yo seré a ellos por Dios». Si esto no hace que tus ojos brillen ni que tu corazón lata de felicidad con más fuerza, es indudable que tu alma no está sana.

Pero quieres más que los placeres actuales. Deseas algo sobre lo que puedas ejercitar la esperanza. ¿Y qué puedes esperar más que el cumplimiento de esta gran promesa: «yo seré a ellos por Dios»? Esta es la obra maestra de todas las promesas; disfrutarla hace de acá abajo un cielo, y hará también un cielo allá arriba. Habita en la luz de tu Señor y deja que tu alma sea cautivada por su amor. Disfruta del meollo y la grosura que esta porción te ofrece. Vive a la altura de sus privilegios y regocíjate con gozo inefable.


Charles Spurgeon.


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