… las faltas cometidas en todas las cosas santas…
Éxodo 28:38
¡Qué gran velo es levantado con estas palabras, y qué gran declaración encontramos aquí! Será aleccionador y provechoso que hagamos una pausa y observemos esta triste visión. Las iniquidades de nuestra adoración pública, con su hipocresía, formalidad, tibieza, irreverencia, corazón errante y olvido del Señor, ¡qué medida completa tenemos ahí! Nuestro trabajo para el Señor, con su fingimiento, egoísmo, descuido, negligencia, incredulidad, ¡qué enormidad de profanaciones encontramos allí! Nuestros devocionales individuales, con su laxitud, frialdad, apatía, somnolencia y vanidad, ¡qué montaña de tierra árida revela! Si miramos con más cuidado, deberíamos descubrir que esa iniquidad es mucho mayor de lo que aparenta a simple vista.
Así, pues, aun nuestros deseos de santidad pueden ser contaminados por motivaciones viles. Los gusanos se esconden bajo los prados más verdes; no necesitamos buscar mucho para descubrirlos. Cómo me anima la idea de que, cuando el sumo sacerdote cargaba sobre sí la iniquidad de las cosas santas, llevaba en su frente las palabras: «Santidad al Señor». E incluso cuando Jesús carga nuestro pecado, no presenta ante su Padre nuestra vileza, sino su propia santidad. ¡Oh, que, por gracia, veamos a nuestro Sumo Sacerdote con los ojos de la fe!
Charles Spurgeon.
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