Digamos con agradecimiento: ¡Abba, Padre! Enero 26

La Biblia, devocionales.

 … vuestro Padre celestial… 

Mateo 6:26

Los hijos de Dios lo son por partida doble: son sus descendientes por creación, y sus hijos por adopción en Cristo. Por tanto, tienen el privilegio de llamarlo «Padre nuestro que estás en los cielos». ¡Padre! ¡Ah, qué palabra más preciosa! Aquí está la autoridad: «Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra?». Si eres hijo, ¿dónde está tu obediencia? Aquí hay cariño mezclado con autoridad; una autoridad que no provoca rebeliones; una obediencia exigida que es alegremente honrada, y que no sería negada aunque se pudiera. La obediencia que los hijos de Dios le deben tiene que ser en amor. No acuden al servicio a Dios como los esclavos a su dueño, sino que corren en el camino de sus órdenes porque es la senda de su Padre. Entregan sus cuerpos como instrumentos de justicia, porque esta es la voluntad de su Padre; ¡y su voluntad debe ser el deseo de sus hijos! ¡Padre!

Aquí se encuentra un atributo real tan dulcemente velado en amor que la corona del Rey queda olvidada, y su cetro no se transforma en una vara de hierro, sino en un bastón de plata de misericordia. El cetro, en realidad, parece haber quedado olvidado en la mano suave de Aquel que ejerce el poder. ¡Padre! Aquí está la honra y el amor. ¡Cuán maravilloso es el amor de un Padre por sus hijos!

Lo que la amistad no puede hacer y la mera benevolencia no conseguiría, el corazón y la mano del Padre deben lograrlo a favor de sus hijos. Son su creación, debe bendecirlos; son sus hijos, debe mostrarse fuerte al defenderlos. Si un padre terrenal mira a sus hijos con amor e interés incesantes, ¿cuánto más nuestro Padre celestial? ¡Abba, Padre! Aquel que puede decir esto, ha expresado una música mejor que la que los querubines o los serafines pueden alcanzar. Hay un cielo en la profundidad de esa palabra: ¡Padre! Hay todo lo que puedo pedir; todo lo que mis necesidades pueden precisar; todo lo que mis anhelos pueden desear. Tengo todo en todo para toda la eternidad cuando puedo decir: «Padre».


Charle Spurgeon.


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