“He aquí en medio del trono… estaba un Cordero inmolado”.
Apocalipsis 5:6
¿Por qué debía nuestro exaltado Señor aparecer con sus heridas en la gloria? Las heridas de Jesús son sus glorias, sus joyas, y sus sagrados ornamentos. Para el ojo del creyente, Jesús es muy hermoso porque es “blanco y rubio”; blanco por su inocencia y rubio por su propia sangre. Lo vemos como el lirio de incomparable pureza y como la rosa enrojecida con su propia sangre. Cristo es hermoso en el monte de los olivos y en el Tabor y por el mar, pero nunca fue tan incomparable como cuando pendía de la cruz. Allí contemplamos todas sus bellezas en perfección, todos sus atributos revelados, todo su amor manifestado, todo su carácter expresado.
De sus heridas la viva fuente
De pura sangre veo manar;
Y salpicando mi impura frente,
La infame culpa logra borrar.
Veo su angustia ya terminada,
Hecha la ofrenda de expiación;
Su noble frente mustia, inclinada,
Y consumada la redención.
Charles Spurgeon.
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