Perseverad en la oración. Enero 02

La Biblia, devocionales.

Perseverad en la oración… 

Colosenses 4:2  


Es interesante observar cuán extensa es la porción de las Sagradas Escrituras que habla de la oración, ya sea proveyendo ejemplos, reforzando preceptos o anunciando promesas. En cuanto abrimos la Biblia, leemos: «Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre del Señor»; y cuando estamos a punto de cerrar el libro, el «Amén» de una fervorosa súplica llega a nuestros oídos.

Los casos son abundantes. Aquí encontramos a un Jacob en conflicto; allá a un Daniel que oraba tres veces al día; y también a un David que, desde el fondo de su corazón, clamaba a su Dios. En el monte, vemos a Elías; en el calabozo, a Pablo y Silas. Tenemos una multitud de mandamientos y una infinidad de promesas. ¿Qué nos enseña esto además de la sagrada importancia y la necesidad de la oración? Podemos estar seguros de que todo aquello que Dios dejó destacado en su Palabra es porque pretende que sea notorio en nuestra vida.
Si el Señor habló tanto sobre la oración, es porque sabe cuánto la necesitamos.

Nuestras necesidades son tan profundas que, hasta que lleguemos al cielo, no debemos dejar de orar. ¿No quieres nada? Entonces, me temo que no tienes conciencia de tu pobreza. ¿No hay ninguna misericordia que pedirle a Dios? Entonces, ¡que la misericordia del Señor te muestre tu miseria! Un alma sin oración es un alma sin Cristo. La oración es el balbuceo del recién nacido espiritual, el grito del luchador, el réquiem del santo que muere en Jesús. Es la respiración, el lema, el consuelo, la fuerza y la honra del cristiano. Si eres hijo de Dios, procurarás el rostro del Padre y querrás vivir en su amor.

Ora para que este año seas santo, humilde, fervoroso y paciente; tengas una comunión más íntima y directa con Cristo; y participes con más frecuencia en el banquete de su amor. Ora para ser un ejemplo y una bendición para otros, y para que puedas vivir más para la gloria de tu Señor. El lema para este año debe ser: «Perseverad en la oración».

Charles Spurgeon.

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