Dando paz eterna a los lavados en la sangre. Enero 20

La Biblia, devocionales.

 … Abel fue pastor de ovejas…

Génesis 4:2  

Como pastor, Abel santificó su trabajo para la gloria de Dios y ofreció un sacrificio de sangre en su altar, y el Señor lo respetó a él y su ofrenda. Este tipo inicial de nuestro Señor es sumamente claro y especial. Como el primer rayo de luz que tiñe el este al nacer el sol, no lo revela todo pero manifiesta claramente que está llegando. Cuando vemos a Abel —pastor y al mismo tiempo sacerdote— ofreciendo un sacrificio de olor fragante a Dios, discernimos a Jesús, quien presenta ante su Padre un sacrificio que siempre fue respetado por Él.

Abel fue aborrecido por su hermano, aborrecido sin motivo; y así sucedió con el Salvador. El hombre natural y carnal aborreció al Hombre acepto en quien estaba el Espíritu de gracia, y no descansó hasta que su sangre fue derramada. Abel cayó, y roció su altar y su sacrificio con su sangre; y así tipifica al Señor Jesús, muerto por la enemistad del ser humano, mientras servía como sacerdote delante del Señor: «el buen pastor su vida da por las ovejas». Lloremos por Él al verlo muerto por el odio de la humanidad y pintando los cuernos de su altar con su propia sangre. La sangre de Abel habla. «Y el Señor [a Caín] le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra». La sangre de Jesús tiene una voz poderosa, y el contenido de su clamor no es de venganza sino de misericordia.

¡Estar en el altar de nuestro buen Pastor es más precioso que toda preciosura! Lo vemos allí sangrando como el sacerdote en el matadero; y luego, oímos que su sangre habla de paz a todo su rebaño, paz en nuestra conciencia, paz entre judíos y gentiles, paz entre el ser humano y su ofendido Hacedor, paz por toda la eternidad para los lavados en su sangre. Abel es el primer pastor en orden cronológico, pero nuestro corazón debe colocar siempre a Jesús en primer lugar en orden de importancia. Gran Pastor de ovejas, nosotros, el pueblo de tu prado, te bendecimos con todo nuestro corazón cuando vemos que moriste por nosotros.



Charles Spurgeon.


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