"Porque de la manera que abundan en nosotros
las aflicciones de Cristo, así abunda por el mismo Cristo nuestra
consolación".
2 Corintios 1:5
Hay aquí una bendita proporción. El gobernador de Providencia lleva una balanza. En un
platillo pone las pruebas de su pueblo y en el otro sus consolaciones. Cuando
el platillo de las pruebas está casi vacío, el de la consolación se halla casi
en el mismo estado. Y cuando el platillo de la prueba está lleno, el de la
consolación se halla en la misma condición. Cuando se amontonan las negras nubes, es cuando más
claramente se nos revela la luz. Cuando llega la noche y se acerca la tormenta,
el Capitán Celestial está más cerca de la tripulación. ¡Verdad bendita ésta,
que cuando estamos más abatidos es cuando nos sentimos más aliviados por las
consolaciones del Espíritu!
Otra razón porque somos más felices en nuestras pruebas es ésta: Tenemos entonces una comunión más íntima con Dios. Cuando el granero está lleno, el hombre puede vivir sin Dios; cuando el bolsillo rebosa de oro, estamos tentados a pasar la vida sin mucha oración. Pero cuando se secan nuestras calabazas, entonces sentimos necesidad de nuestro Dios; cuando los ídolos de nuestra casa son quitados, entonces nos sentimos constreñidos a adorar a nuestro Dios. No hay mejor clamor que el que viene de las partes bajas de las montañas, y no hay oración que tenga ni la mitad del fervor que tiene la que sale de las profundidades del alma, a través de intensas pruebas y aflicciones.
Charles Spurgeon.
0 Comentarios