Lucas 18:31
En la vida natural nuestras ambiciones cambian a medida que crecemos, pero en la vida cristiana la meta se nos indica desde el comienzo. El principio y el fin son exactamente iguales porque son el Señor mismo. Empezamos con Cristo y terminamos con Él. "Hasta que todos lleguemos...a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo", Efesios 4:13; y no hasta que lleguemos a la idea de lo que consideramos que deberĂa ser la vida cristiana. La meta del misionero es hacer la Voluntad de Dios; no ser Ăştil ni ganar a los perdidos. El misionero es Ăştil y sĂ gana a los perdidos, pero la meta es hacer la voluntad de su Señor.
En la vicia de nuestro Señor, JerusalĂ©n fue la ciudad donde Él alcanzĂł en la cruz el punto culminante de la voluntad de su Padre. Y, a menos que vayamos con JesĂşs hasta ese lugar, no tendremos amistad ni compañerismo con Él. Nada pudo desanimar jamás a nuestro Señor en su camino hacia JerusalĂ©n. Nunca se apresurĂł a salir de ciertas aldeas donde era perseguido, ni se demorĂł en otras donde lo bendecĂan. Ni la gratitud ni la ingratitud lo desviaron un ápice de su propĂłsito de ir a JerusalĂ©n.
"El discĂpulo no es más que su maestro ni el siervo mas que su señor", Mateo 10:24. En otras palabras, lo mismo que le sucediĂł al Señor nos sucederá en el camino a nuestra JerusalĂ©n. Las obras de Dios se manifestarán a travĂ©s de nosotros, la gente será bendecida y uno o dos darán gracias, aunque el resto demostrará una total ingratitud. Pero nada debe desviarnos de subir a nuestra JerusalĂ©n.
"Lo crucificaron allĂ", Lucas 23:33. Eso fue lo que sucediĂł cuando el Señor llegĂł a JerusalĂ©n y ese acontecimiento es la puerta de nuestra salvaciĂłn. Sin embargo, los creyentes no terminan crucificados. Por la gracia del Señor terminan glorificados. Mientras tanto, nuestra consigna es: "Yo tambiĂ©n subo a JerusalĂ©n".
Oswald Chambers.
0 Comentarios